El 29 de abril, se celebra el día internacional de la danza. Establecido por la UNESCO en 1982, para dar una mayor importancia a esta disciplina en todas sus manifestaciones.
Se escogió ese día concreto por ser aniversario del nacimiento de Jean Georges Noverre, innovador, maestro y creador del ballet moderno.
Ese día las compañías y escuelas de danza, llevan a cabo actividades dirigidas a un público distinto. Es un día de fiesta que celebran todos los países del mundo con espectáculos especialmente dedicados a la danza.
Clases abiertas, ensayos al aire libre, conferencias, exposiciones, publicaciones en diarios y revistas, bailes populares, programas en radio y TV, espectáculos callejeros, entre otros.
Cada año, la Unesco solicita a una personalidad reconocida de este arte, que redacte un mensaje que después será difundido mundialmente. Este año le ha correspondido a Karima Mansour (bailarina, coreógrafa y profesora).
“Al principio hubo movimiento … y desde el principio de los tiempos, la danza ha sido un fuerte medio de expresión y celebración. Encontrado en los murales de faraones egipcios y creadores de danza inspiradores hasta la fecha.
La danza se usó para evocar a los muchos dioses y diosas de la danza. Con todo lo que representan en significado y conceptos como el equilibrio desde el cual se conecta la justicia, la musicalidad, el tono, la conciencia individual y cósmica y más.
Leí una vez que: «Se pensaba que la danza en los tiempos de los faraones elevaba el espíritu del bailarín y de la audiencia de espectadores o participantes. La música y la danza invocaban los impulsos más elevados de la condición humana. Al mismo tiempo que consolaban a las personas por las decepciones» y pérdidas en una vida «.
El movimiento es un lenguaje hablado por todos nosotros. El movimiento es un lenguaje universal que pertenece a todos si solo abrimos nuestros sentidos y escuchamos.
Escuchar es lo que se requiere, escuchar sin interferencias, escuchar sin juzgar, escuchar en silencio. Permitir que el movimiento pase a través del cuerpo en el momento, porque todo lo que está dentro y alrededor de nosotros está en movimiento, movimiento constante.
Esto es cuando el cuerpo no miente porque está escuchando su verdad y la está manifestando.
Al escuchar el latido de nuestro corazón, podemos bailar la danza de la vida. Que requiere movimiento, agilidad y adaptabilidad, una coreografía en constante cambio.
En esta época en la que la conexión y la conectividad han adquirido nuevos significados y estamos en nuestro punto más bajo en nuestra capacidad de conexión …
La danza sigue siendo la acción más buscada para ayudarnos a restablecer esa conexión perdida.
La danza nos devuelve a nuestras raíces, en el sentido cultural, pero también en el sentido sensorial, personal e individual más inmediato, hasta el núcleo y el corazón, al tiempo que nos permite ser animales sociales.
Porque es cuando nos conectamos con nosotros mismos cuando escuchamos nuestro ritmo interno, cuando realmente podemos establecer una conexión con otros y comunicarnos.
La danza es donde la cultura se comparte y las fronteras caen en el espacio de la inclusión y la unidad, a través del lenguaje tácito de la universalidad.
El cuerpo es un instrumento de expresión, un recipiente para nuestra voz, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra historia, nuestro ser y existencia, nuestro anhelo de expresar y conectar lo que se manifiesta a través del movimiento.
La danza es un espacio que permite conectarse con su verdad, para eso se requiere un espacio tranquilo.
La danza nos permite conectarnos y sentirnos completos, y solo en ese sentimiento que encontramos paz, y con la paz viene el silencio y es a través del silencio que podemos escuchar, escuchar, hablar y a través de la quietud que aprendemos a bailar nuestras verdades y esto es cuando la danza se vuelve pertinente.
El movimiento y la danza es donde podemos movernos de la vertical a lo horizontal, de arriba a abajo y viceversa.
El movimiento y la danza es donde el caos se puede crear y reorganizar, o no. Donde somos capaces de crear nuestras propias realidades y momentos fugaces, efímeros, uno tras otro.
Momentos que nos pueden tocar y permanecer en nuestros recuerdos, para inspirarnos y cambiarnos a nosotros y a los demás para toda la vida. Ese es el poder de la verdadera expresión y por lo tanto el poder de la danza.
La danza es sanadora. La danza es donde la humanidad puede encontrarse.
Invito a la gente a ir más allá de las fronteras, más allá de la crisis de identidad, más allá del nacionalismo y más allá de los marcos.
Que nos liberemos de esas limitaciones y encontremos el movimiento y el impulso en ese lenguaje universal. Invito a todos a bailar al ritmo de su corazón, a su verdad interna porque es desde estos movimientos internos, los que llevan a las revoluciones internas, donde ocurre el cambio real”